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PACIFISMO Y MASONERÍA EN LA
ESPAÑA DEL
SIGLO XIX
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El genio
del compañerazgo; viajes de los masones por el mundo impulsando la
paz y la fraternidad, 1848, Bib. Nal. Paris |
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Si la masonería es una
escuela de tolerancia, de paz y de fraternidad universal, es
lógico que resulte incompatible con todo tipo de fanatismo racial,
político o religioso y de las dictaduras y fundamentalismos. Por
esta razón la masonería sólo puede existir donde hay libertad, y
de ahí que haya podido desarrollarse únicamente con las
democracias y no con los absolutismos intolerantes o las
dictaduras del tipo que sean. Por otro lado la masonería, en su
deseo utópico de fraternidad universal entre todos los pueblos,
razas y colores, entre ricos y pobres, fuertes y débiles, es
normal que que haya tenido que combatir la intolerancia, el
fanatismo, la superstición, así como la violencia, la injusticia,
la guerra…; es decir, por conseguir esa paz ideal, fruto de la
fraternidad y de la tolerancia.
Ya en el Prólogo de una
obra titulada Colección de piezas de arquitectura trabajadas en
el Taller de Santa Julia, al Oriente de Madrid, del año 1812,
página 4 se dice lo siguiente: «¡Quiera el Gran Arquitecto del
Universo bendecir nuestro pacíficos trabajos y acercar la época
deseada en que todos los españoles benéficos ilustrados formen con
nosotros una misma familia, y nos ayuden a disipar del todo las
tinieblas de la superstición y de la ignorancia!
Y el Capellán de logia
madrileña Beneficencia de Josefina hizo por esas fechas la
siguiente reflexión: «La joya más preciosa del masón es la virtud,
verdadera y única fuente de la alegría, de la paz, de la unión, de
la gloria y de la felicidad terrena y celestial, y sin la que es
imposible mantener ni la armonía masónica ni civil; por eso están
cerradas nuestras puertas para el vicio y para el crimen que
siempre traen consigo el desconsuelo, la pena, la desunión, la
discordia y la anarquía, y lo que es mucho más importante, la
reprobación del supremo Arquitecto del Universo» (Archivo General
de Palacio [Madrid], Papeles reservados de Fernando VII, t. 67, nº
24, fol. 282).
Igualmente, en el
preámbulo de los Reglamentos de la logia Los Amigos Reunidos de
San José, de Vitoria, se puede leer que la caridad es la
piedra angular de la masonería, templo que “debe ser la sede de la
paz y de la felicidad” (Réglemens de la R.L. Des Amis Réunis de
St. Joseph, Vitoria, 1811, pág. IV).
En 1826, en unos Estatutos y
Reglamentos generales de la Orden Franc-Masónica, publicados
en castellano en Nueva York, se especifica que el verdadero masón:
«huye de toda especie de fanatismo y de intolerancia política;
sabe que es por la fuerza de la razón y no por la vacilante
opinión como los hombres deben conducirse, y que las virtudes
solamente les distinguen; se somete a las leyes del país que
habita; en cualquier lugar que se encuentre, tiene ante sus ojos
el deber del reconocimiento al lugar que le abriga, y que nada
puede dispensarle de vivir allí como un hombre pacífico».
Durante el reinado de
Fernando VII, debido a la clandestinidad a que se vio forzada a
vivir, no se conservan demasiados documentos. Cuando la Masonería
española pudo por fin organizarse públicamente sin las trabas y
persecuciones anteriores a la revolución de 1868, expresó
claramente en 1871 cual era su actitud ante la paz: «Los masones no
deben como tales, mezclarse ni tomar parte en conjuraciones contra
la paz y bienestar de la nación; procurarán ser corteses con las
autoridades y sostener y amparar en todas ocasiones los intereses
de la hermandad, trabajando por la prosperidad de la patria, no
perdiendo de vista que todos los hombres son hermanos, y que la
masonería ha florecido siempre en la paz y perjudicándose mucho en
su marcha y desarrollo con las guerras y el derramamiento de
sangre…» (Constituciones de la Masonería Española del
Serenísimo Grande Oriente de España del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, Madrid, 1871, pp. 5-6).
Por su parte el Boletín
Oficial del recién fundado Gran Oriente Español, en su nº 2
del 1º de agosto de 1889, añade que “la Masonería es Institución
de paz, de propaganda pacífica, de justicia y de fraternidad, y
por tanto, combate abiertamente la guerra, como contraria a estos
principios que sustenta”. Unos años después, en 1893, en el
artículo 1º de las Constituciones del Grande Oriente Nacional
de España encontramos una nueva definición de la masonería en
la que, manteniendo lo nuclear de las definiciones anteriores, se
añaden unas significativas matizaciones de carácter ideológico
social: «Obedecer las leyes del país en que se vive, vivir según
el honor, practicar la justicia, amar a su semejante; trabajar sin
descanso por el bien de la humanidad y perseguir la emancipación
pacífica y progresiva... A los hombres para quienes la religión es
un consuelo supremo, la Francmasonería les dice: Cultivad vuestra
religión, seguid las inspiraciones de vuestra conciencia; pero
tened en cuenta que la Francmasonería no es una religión, no es un
culto; por eso proclama la instrucción laica y toda doctrina se
encierra en este precepto: “Ama a tu prójimo”. La política separa,
enemista a los hombres; por eso la Francmasonería les dice. “Yo
proscribo de mis reuniones todo debate político; sé para tu patria
un servidor fiel y decidido, sin que necesites darme cuenta de
esos actos. El amor a la patria se armoniza perfectamente con
todas las virtudes» (Constitución de la Francmasonería Española
y leyes universales de la Institución…, Madrid, 1893, pp.
9-17).
Cuando se proclamó la
Primera República en España, el Grande Oriente de España
dirigió una Circular, el 16 de febrero de 1873, en la que
encontramos toda una serie de ideas que reflejan el modo de pensar
y actuar de la masonería en unos momentos políticos especialmente
delicados: «Acontecimientos políticos de gran importancia acaban
de realizarse en España, y pocas horas han bastado para que se
pase de la forma monárquica a la republicana. En la sociedad
exterior ha habido vencedores y vencidos. En la sociedad masónica
no hay más que hermanos. Recordarlo bien; ni una palabra debe
emponzoñar el purismo ambiente de nuestros templos con la relación
a estos sucesos, porque la alegría de los unos pudiera mortificar
las convicciones de los otros, y aunque la discordia no ha de
levantar la cabeza entre las columnas venerables, el respeto que
nos merecen todas las opiniones honradas y el amor fraternal que
late en nuestros corazones han de obligarnos a ser tolerantes y
cariñosos... La fraternidad que se practica en el templo entre
hombres pertenecientes a diversas escuelas políticas modera los
ímpetus, suaviza los caracteres y refleja sobre el mundo exterior
un rayo de la inextinguible claridad que nos alumbra. En las
circunstancias actuales no basta con esto sólo. Se necesita algo,
mucho más. El espíritu fraternal del templo ha de ser la atmósfera
en que siga envuelto el masón que toma parte activa en la vida
pública… La misión de la Masonería es la de moralizar esas
contiendas y aminorar el dolor en los encuentros de aquella fuerza
sin apagar la eficacia del choque. Demos, monárquicos o
republicanos, un gran ejemplo a la sociedad en que vivimos».
En esta búsqueda práctica de una paz y equilibrio socio-político
puede servir de ejemplo el
Colegio que el Gran Oriente Nacional de España fundó en
1888 para hijos y huérfanos de masones siguiendo la tradición
masónica inglesa. En el Reglamento General
se especifica que “el Colegio, inspirándose en los ideales de la
Orden, carece de carácter político y religioso. Enseña a sus
alumnos el respeto a las autoridades constituidas y les inculca
los eternos principios de la moral universal [Art. 2º]. Los
alumnos son considerados como individuos de la gran familia
masónica y educados bajo la inspiración del sentimiento fraternal,
como base de la solidaridad entre todos los hombres [Art. 3º]. El
fin capital del Colegio, es formar los hombres del porvenir,
apartándoles, desde la niñez, de todo lo que pueda desviarles de
la Verdad y del Bien supremo de la Masonería [Art. 4º]”.
Los masones españoles se
pronunciaron firmemente por la paz y la justicia a lo largo del
último tercio del ochocientos, hasta los prolegómenos de la
primera Gran Guerra. Y lo hicieron tratándose de Polonia, de
Turquía, de Inglaterra y Portugal, de las guerras carlistas, la de
los Boers, de la guerra civil argentina, de la guerra
franco-prusiana… etc.
La guerra de 1870 que
enfrentó a franceses y prusianos impactó de una manera especial a
los masones españoles. El periódico La República Ibérica
dirigido por Miguel Morayta y Francisco Díaz Quintero, ambos
masones, publicó entre el 22 de julio y el 28 de septiembre de
1870, no menos de siete cartas contra la guerra entre Francia y
Prusia, en nombre de la Fraternidad Universal. Tal vez el origen
de esta reacción fue la publicación el 20 de junio en el mismo
periódico de una carta escrita por la logia francesa La
Justicia nº 133 en la que pedía el rechazo de la guerra por
todo el mundo, basando dicho rechazo en la razón y la justicia. La
guerra sólo podía ser admitida cuando se tratase de defender la
patria o de luchar contra la tiranía. De esta manera, el Gran
Oriente Nacional de España había tomado la iniciativa de un
movimiento de protesta de modo que el 22 de julio, solicitaban a
todos los talleres de la familia masónica española que dirigieran
cartas a los masones de Francia, a los de Prusia, y a los de otras
naciones, si se creía útil, rogándoles que influyeran cuanto les
fuera posible “para dar al actual conflicto una solución
pacífica”. Finalmente, para que estas protestas y declaraciones no
quedaran en letra muerta, abrieron una suscripción para ayudar a
los heridos de los dos campos (Boletín Oficial del Grande
Oriente de España, II, nº 32, Madrid, 15 de agosto 1872, p. 7,
III, nº 56, 15 agosto 1873).
Unos años después, la
logia Caballeros de la Noche nº 68 de Zaragoza, el 24 de
octubre de 1876, enviaba una circular a todos los masones
esparcidos por la superficie de la tierra protestando por las
“atrocidades cometidas por las bandas turcas en poblaciones
indefensas de Servia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria,
Albania y Rumania”; protesta que se hacía en nombre de la
humanidad y de la tolerancia, “contra tantas violencias cometidas
en débiles mujeres, inocentes niños y desarmados prisioneros de
guerra”. La circular es un breve y emotivo canto a la paz:
«A LAS VÍCTIMAS DE
TURQUÍA
No queremos la guerra:
amamos la paz.
Pero cuando un pueblo que
sufre el yugo de la opresión y de la tiranía trata de romper las
cadenas que le esclavizan, para formar parte de los pueblos
libres, merecer deber las simpatías de todos los hombres que
desean ver imperando la razón sobre la espada, el derecho sobre la
fuerza...
El sentimiento de caridad
fraternal se ha levantado en nosotros contra el cruento sacrificio
de tantos millares de hombres que han empapado con su sangre la
tierra que les vio nacer.
Sólo por humanidad; sólo
por filantropía, PROTESTAMOS ante el mundo civilizado del total
olvido del derecho de gentes que con vosotros se ejerce.
Al hacerlo, cumplimos con
nuestra conciencia. Sírvanos ello de testimonio vivo de la
expresión sincera que de nuestros más ardientes votos hacemos,
porque obtengáis en breve término la paz y el bienestar que
deseamos todos los hombres».
Y el año 1882, la revista
masónica El Taller (órgano de la Confederación del Congreso
de Sevilla) recoge unas interesantes noticias relativas a la
participación activa de los masones de Buenos Aires durante la
guerra civil de aquella República.
En 1888, el Gran Oriente
de Italia hizo una proclama a favor de la paz en Europa a la que
se adhirió el Gran Oriente de Francia. El mismo año, sesenta
logias de Francia enviaron un mensaje de amistad a los pueblos
italiano y español. Al igual que Madrid también desde Barcelona se
organizó en logias y prensa masónica una auténtica campaña a favor
de la paz, de la fraternidad entre los pueblos y del desarme. A
raíz de una reunión del 14 de enero de 1889 convocada en Milán por
cincuenta y siete asociaciones, la mayor parte obreras o
masónicas, muchos fueron los periódicos que se ocuparon del
inminente peligro de una guerra en la llamada Europa de Bismarck,
en la que los principales rivales serían Francia y Alemania.
Siguiendo esa iniciativa, en 1889, la logia Libertad nº 40,
de Madrid, perteneciente al Grande Oriente Lusitano Unido,
acordaba, a propuesta de Odón de Buen, adherirse a la Liga para
la Paz y la Libertad, y al acuerdo tomado en el meeting
celebrado en Milán. Con tal motivo, Fernando Lozano, Odón de Buen
y Miguel Martínez Carranza constituyeron el Comité de Paz de la
logia, y publicaron un llamamiento a “la Masonería Ibera y
Universal” para que “por doquiera se formen núcleos masónicos
encargados de mantener y difundir la idea de la paz y, que se
celebren reuniones, manifestaciones y constituyan, donde sea
posible, Comités para la libertad y la Paz, poniéndolos en
relación con el de Milán”. También en Cataluña tuvo especial eco
el meeting de Milán celebrado a favor de la paz en enero de
1889. De hecho, se constituyó la Liga Internacional de la Paz y
Fraternidad de los pueblos con sede en Barcelona formando
parte del Comité o Junta directiva Rosendo Arús como presidente y
Torres-Solanot como uno de los vicepresidentes.
En 1891, el Gran
Oriente Español dirigía a todas las logias de su obediencia
una encuesta sobre la contribución de la masonería a la paz
mundial. La Logia Acacia nº 93 de Valencia, contestaba así:
«Indudablemente que la política de la paz es y debe ser la
política de la Masonería; la paz es un ideal honorable que deben
perseguir con fe y entusiasmo sus respetables logias toda vez que
el más nobilísimo de sus fines tiende a implantar en la tierra el
reinado de la paz, la armonía y el amor entre los hombres; pues no
en balde ostenta en su lema el sublime principio de la
fraternidad. Colaborando en cuanto sus fuerzas alcancen en la obra
del progreso, el que no tardará a determinar la necesidad de una
Asamblea o Congreso Internacional, cuya altísima misión sea la de
resolver como suprema autoridad todas y cada una de las cuestiones
de derecho internacional y público dirimiendo conforme a derecho
toda contienda entre las Naciones» (Archivo Histórico Nacional,
Salamanca, Fondo Masonería, Leg. 778-A). Algo parecido podemos
leer en el Boletín Oficial del Gran oriente Español de
septiembre de 1895, donde se dice que “la Masonería es una
institución de paz; la Masonería es asociación de progreso; la
Masonería es una sociedad que procura la instauración de todas las
libertades, tratando de que en el mundo exista la verdadera
igualdad y que todos los hombres se consideren como hermanos,
procurando realizar el progreso para llegar a la posible
perfectibilidad”.
Todo ello contribuyó a la
creación de la Corte Permanente de Arbitraje con sede en La Haya
en 1899, organismo internacional que fue paulatinamente reforzado
en las sucesivas Convenciones de La Haya.
Extractado de:
José Antonio Ferrer Benimeli y Manuel A. de Paz Sánchez,
Masonería y pacifismo en la España contemporánea, Zaragoza,
1991, pp. 9-58.
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